El porqué de la histórica victoria socialista en Francia

Por primera vez en 17 años, la izquierda volvió a conquistar el Palacio del Eliseo. Estas son las claves del triunfo de François Hollande.

 

Francia- La noche en París fue larga. Y fue socialista. Los militantes de izquierda llevaban horas en la emblemática plaza de la Bastilla, esperando los resultados de las elecciones presidenciales. A las 8 de la noche al fin destaparon las botellas de champaña mientras cantaban «On a gagné, on a gagné» (ganamos, ganamos). Acababan de saber que su candidato François Hollande había conquistado el Palacio del Eliseo con el 51,8% de los votos contra el 49,2% del presidente saliente Nicolas Sarkozy. El resto de la velada fue histórica. Entre conciertos, abrazos y discursos, celebraron la victoria de la izquierda, que llevaba 17 años sin ganar una presidencial. Una fiesta que se repitió en todas las ciudades de Francia.

Esa noche no importaron las dudas que existen por una victoria que se logró por un margen estrecho; por el peso que tiene la extrema derecha sobre el destino del país; por la batalla política de cara a las legislativas de junio; por el hecho de que muchos votaron en contra de Sarkozy más que a favor de Hollande y por lo dividida que puede estar Francia.

Para la izquierda, alejada del poder desde hacía casi dos décadas, por ahora ganar es ganar, y mañana es otro día.

Hora y media después de que se conocieran los resultados, François Hollande, ya presidente, dijo en su discurso: «los franceses acaban de escoger el cambio. Muchos esperaban este momento desde hacía muchos años. Estoy orgulloso de haberles vuelto a dar esperanzas. Esta noche solo hay una Francia, una nación, reunida en el mismo destino».

En la plaza de la Concordia en París la escena era muy diferente. Aunque por el metro solo hay siete estaciones que separan este sitio de la Bastilla, el lugar estaba desolado. Ahí era donde se habían dado cita los seguidores de Sarkozy en caso de victoria. A las 8 de la noche, cuando se anunciaron los resultados, solo pasaron por ahí un bar de buses de turistas y el tráfico de un domingo cualquiera. En la sede de campaña del partido Unión para un Movimiento Popular (UMP) del presidente Sarkozy, este se dirigió a sus militantes. Les dijo: «hice todo para que nuestras ideas ganaran. Juntos hicimos una campaña inolvidable, contra todas las fuerzas, pero no logré que ganaran los valores que defiendo», y no habló de su futuro personal, ni el de su partido.

Ahora que para Sarkozy el poder se acabó y que Hollande y la izquierda viven un momento histórico, estas son las claves de las elecciones.

La victoria histórica del socialista François Hollande

La última vez que la izquierda celebró una victoria en las presidenciales fue en 1988, cuando François Mitterand fue reelegido. Su mandato, que se extendió entre 1981 y 1995, fue el único en el que los socialistas guiaron a Francia en la V República, la constitución que rige el país desde 1958. En ese sentido la conquista de Hollande es histórica.

Para él, es la victoria de alguien que se reinventó. En las elecciones de 2007 Hollande era un perdedor, el hazmerreír de Francia. En las primarias del partido socialista renunció en plena campaña y apoyó la candidatura de Ségolène Royal, con la que estaba en plena separación. Francia lo veía como alguien blando, gris y sin convicciones reales. Lo apodaron el flan.

Cinco años después logró ganar las primarias socialistas. A pesar de su inexperiencia en el poder ahora es el presidente. Bajó más de diez kilos, cambió de ‘look’ y su discurso se afirmó. Se logró vender como una persona honesta, comprometida, con valores de izquierda, firme contra Sarkozy. Como dijo el periódico The New York Times, tal vez no era el más carismático pero al final la tortuga Hollande le ganó a la liebre Sarkozy.
En ese sentido la campaña de Hollande no fue explosiva, pero sí fue de izquierda. Propuso un impuesto de 75% sobre los salarios de los que ganan más de un millón de euros por año y aumentar el salario mínimo. También quiere crear 60.000 puestos para educadores, pero insistió en que quería la «armonía», el «pragmatismo» y que «nunca fui un revolucionario, siempre pensé que para cambiar las cosas tenemos que hacerlo convenciendo a la gente. Nunca peleando en la calle».
Y Hollande es conciliador, tiene imagen de ser simple, moderado, calmado, inclusivo. Todo lo contrario a Sarkozy, un presidente hiperactivo, personalista, ostentoso, obsesivo, hablador y soberbio. El socialista también ganó porque la gente estaba cansada del presidente. Hay gente que no votó por él, sino en contra de Sarkozy. Es más, en la Bastilla mucha gente gritaba “Sarkozy, c’est fini” (Sarkozy, se acabó) en vez de “François, Président”.

No hay que olvidar que Hollande se benefició del escándalo sexual del socialista Dominique Strauuss-Khan, quien hace un año era el gran favorito para conquistar el Eliseo. Después de que fue detenido en Nueva York, acusado de violación, la vía quedó libre para Hollande.

Por qué perdió Sarkozy

En 1992 Bill Clinton, quien buscaba conquistar la Casa Blanca, le dijo al presidente George Bush padre: «es la economía, estúpido». Bush, que parecía invencible, perdió porque Clinton era más creíble para vencer la recesión.

Algo parecido le pasó a Sarkozy. Se enfrentó a la peor crisis en Europa desde la Segunda Guerra Mundial. Si sus resultados se comparan con los de España o Grecia, no está tan mal. Pero frente a Alemania o incluso Gran Bretaña, su balance es malo. Cerca del 10% de los franceses están desempleados, su país perdió el codiciado triple A, una nota que le dan las agencias internacionales para evaluar su deuda, y en los años en los que estuvo en el poder, cientos de fábricas cerraron. Hace cinco años, prometió reducir el desempleo a cinco por ciento, darle más a los franceses si trabajaban más y proteger la industria nacional. Al final, nada de eso pasó. Muchos sienten que durante la presidencia de Sarkozy hubo más ruido que hechos.

Desde el principio de la campaña, la crisis y el empleo estuvieron en el centro de las preocupaciones. Sarkozy trató de llevar la campaña hacia la inmigración o la seguridad, pero los franceses no estaban pensando en eso.

También su estilo ostentoso, excesivo, omnipresente, cansó a los franceses. Su mandato estuvo además salpicado de escándalos, de decisiones que parecieron favorecer a los ricos, de chuzadas a periodistas, financiamientos de su campaña poco claros y un coqueteo con la extrema derecha que asqueó a muchos. Poco antes de las elecciones Sarkozy solo tenía 40% de popularidad.

Además, la crisis le pasó factura. En Europa, más allá de que el gobierno sea de derecha o de izquierda, los electores eligieron el cambio. Para ensayar nuevas soluciones, otro estilo, propuestas diferentes.

Y obviamente, después de 17 años de gobiernos de derecha, el cambio es natural.

Sarkozy es, desde 1981, el primer presidente que no logra la reelección.

¿Con Hollande, hacia una nueva Europa?

En su discurso de victoria Hollande dijo «sé que Europa también nos está mirando, con alivio, con esperanza. La austeridad ya no es una fatalidad, y mi misión ahora es el crecimiento». Con esto dejó claro que la política económica puede cambiar. Francia y Alemania son los dos pesos pesados del continente. Hasta ahora la canciller alemana Angela Merkel y el presidente Sarkozy llevaban la batuta en el continente e impusieron para sus socios en crisis una fórmula de recortes y austeridad.

Hollande prometió renegociar esta política y reemplazar esta visión neoliberal por una que le apuesta al crecimiento, inyectando capital, estimulando la demanda y aumentando el gasto público. Al mejor estilo de Franklin D. Roosvelt en los Estados Unidos de los años 1930.

Por eso la elección de Hollande cambia los equilibrios europeos y puede tener un impacto enorme sobre la economía europea, y por ende, mundial. Como dijo el diario El País de España, «la izquierda europea ha renacido este 6 de mayo en Francia».

Sin embargo, el programa de Hollande se mantiene en unas líneas económicas moderadas y está por verse qué tan lejos va a atreverse a ir.

La Francia de Hollande, dividida y con la extrema derecha acechando

Ahora Francia espera las elecciones legislativas del 10 y 17 de junio. El sistema político francés tiene la particularidad de que la Asamblea Legislativa es la que decide quién es Primer Ministro, el que en teoría escoge los ministros y determina quién van a ser los ministros.

En dos ocasiones el país ha atravesado por una cohabitación, en la que el presidente no es del mismo partido que el gobierno. Por eso, con resultados tan apretados entre los socialistas y la derecha, muchos definieron las elecciones del mes entrante como una «tercera vuelta», en la que se va a definir realmente quién va a gobernar Francia.

El Frente Nacional de Marine Le Pen sacó 18% en la primera vuelta, un récord absoluto. Ella prometió volverse la «verdadera oposición» y si logra buenos resultados en el parlamento, puede ser un problema para el nuevo presidente. Y puede partir al UMP de Sarkozy, la derecha tradicional, en mil pedazos.

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