Es preciso que renuncien

Yefry Alexander
Dominicano residente en Epaña
@OrtegaAbreu

Hace unas semanas, el ex Presidente de la República Dominicana Hipólito Mejía respondió ante una pregunta de un periodista sobre sus intenciones de cara a las próximas elecciones presidenciales que: “Sí, yo estoy en eso, tras la ñoña en el 2020”. Esta intención del ex Mandatario nos preocupa a todos los que aspiramos tener un país diferente donde el Derecho, el orden y el progreso estén presentes.

Los que ya estamos por entrar en los 30 recordamos el gobierno de Mejía. Se pueden escribir páginas y páginas sobre su gestión donde el caos, la corrupción y el abuso del poder fueron protagonistas, pero desvirtuaría el sentido que le quiero dar a estas líneas.

El Presidente Mejía es parte de una generación política que traicionó los valores revolucionarios que se extendieron en el pueblo cuando Bosch fue injustamente derrocado y, una élite de militares quisieron instaurar un régimen autoritario. Solo hay que escuchar las canciones de la época para constatar el espíritu nacional que se vivía en el glorioso año 65 del anterior siglo. «A luchar dominicanos valientes que empezó la revolución, a instaurar los nobles principios que consagra la constitución», dice una estrofa del que debería ser el himno nacional de un país que anhela instaurar los principios democráticos. Algunos dirán que la República Dominicana es un país democrático y hasta se atreverán afirmar que es un Estado de Derecho. No lo es y quien afirme lo contrario o desconoce el significado de Democracia y de Derecho o tiene interés de que nada cambie en el país.

La oportunidad que tuvieron aquellos jóvenes dominicanos es la que queremos tener nosotros. El fuerte sentimiento patriótico y la esperanza de que el gobierno trabaje para el pueblo es lo que necesitamos esté presente en cada hogar dominicano como lo estaba en aquella época. Lamentablemente Mejía y su generación se durmieron en los laureles y teniendo el poder para hacerlo, no materializaron los nobles principios que consagra la constitución. Como me diría un amigo: «no se casaron con la gloria».

Es de sobra conocido que el Estado fue y está secuestrado por la generación de Mejía. Lo han concebido como una empresa familiar y sólo le han dado al pueblo lo que sobraba. No es un diagnóstico irreal, interesado ni catastrófico es una verdad palpable.

Es preciso que Mejía renuncie a sus aspiraciones y deje paso a los que tienen la conciencia y las manos limpias. El panorama político dominicano no es muy alentador. No se vislumbra un dirigente político que represente un cambio no sólo de generación sino -y más importante- de ideales. Muchos estamos pendientes y vigilantes de la carrera política de algunos nuevos políticos como la del Alcalde del Distrito Nacional, David Collado, pero aún es muy pronto para depositar en él las esperanzas revolucionarias. En todo caso es preciso que Mejía y su generación renuncien a seguir y dejen paso al cambio. Necesitamos reiniciar el país.

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