
Zoé, diáspora y prejuicios
La distinción alcanzada por Zoé Saldaña en el mundo hollywoodense coloca sobre la mesa local, una vez más, la significación e impacto de los flujos migratorios hacia los Estados Unidos. Inicialmente asociados a las características de la realidad económica y con una clara orientación hacia la mano de obra barata, estos flujos provocaron la estructuración de un modelo que experimentó una significativa evolución, y que al presente nos devuelve estas experiencias de orgullo.
Hoy esos dominicanos están plenamente insertados en el país que les abrió las puertas. Sin embargo, un alto porcentaje dentro del lar nativo no termina de transformar su concepción alrededor de nuestros compatriotas establecidos en el exterior. Por eso, aunque recibimos con enorme satisfacción sus logros, existe una incomprensible resistencia al estudio y análisis de una orgullosa dominicanidad en la distancia.
Luego de más de cinco décadas de intensos desplazamientos, fundamentalmente hacia la ciudad de New York, resulta imposible invisibilizarlos y muy injusto ignorarlos. Representar 11% del PIB vía remesas, exhibir el mayor nivel de inserción en el sistema universitario de la ciudad de los rascacielos, poseer un congresista y múltiples oficiales electos, destacados atletas en grandes ligas y la NBA, conseguir un premio Pulitzer, es una suficiente exhibición del impacto y desarrollo de los dominicanos en el exterior.
Una de las fortalezas imperceptibles del proceso de migración en sociedades con altísimo nivel de desarrollo radica en la asunción de reglas, inicialmente divorciadas de la cultura nuestra. Pero a medida que se establecen en otro país, se asumen inmediatamente, presumiéndolas de parámetros que interpretan las velocidades del avance local como resultado de las clásicas comparaciones. De ahí, su sentido crítico y las tendencias a la inconformidad del desempeño de la realidad social que dejaron atrás.
Y vuelvo a Zoe, durante su discurso de agradecimiento por su papel en la película Emilia Pérez: orgullo de su origen, clara noción del éxito en una sociedad extraña que le dio la oportunidad y prueba de que la fuerza del talento se impone sobre todas las cosas.
Lo que nos llenó de orgullo como dominicanos también es un llamado a entenderlos, interpretar lo que representan y borrar las fatales referencias que, por años, han impedido una auténtica validación de la diáspora.