
¿Pactar para qué?
Homero Luciano
Originalmente, los pactos, según lo estatuía el Derecho Romano, eran compromisos desprovistos de ciertos ordenamientos solemnes, y por ello no pertenecían a la categoría de los contratos, ya que estos no tenían fuerza obligatoria para su cumplimiento.
Con el devenir de los tiempos y la evolución lógica de esta materia, a algunos de estos pactos por lo que involucraban se les dotó de acciones con efectos civiles. De ahí que a los primeros se les llamó “pactos desnudos” y a estos últimos “pactos vestidos”.
Quizás por la misma idiosincrasia humana, ha adquirido valor axiomático en el mundo jurídico el dicho de que “no existen pactos ni contratos perfectos”, considerándose de capital importancia que en este accionar debe primar la buena fe, la ética y la decencia, que son en todo caso los factores que constituyen la base fundamental de cualquier acuerdo de voluntades, para que se pueda lograr la consumación y ejecución de lo pactado, en el entendido de que cuando existe la buena fe entre las partes contratantes, se excluye el engaño y la trampa.
Susto y espanto ha generado en estos días en la “oposición” política, el pacto histórico al que han arribado el PLD y el PRD. Los argumentos menudos que se exponen para satanizarlo, así lo evidencian.
En el marco de todo esto, es mandatorio preguntarse: Pactar para qué? En el mundo de hoy, ya no se habla de mayorías pura y simplemente, hay que incluir minorías, y por eso se habla de pactar, que es sin duda la vía más expedita para gobernar. Pactar para gobernar es la regla de oro de este tiempo, ya que los pactos son un factor determinante de estabilidad política y gobernabilidad.
Danilo Medina y Miguel Vargas Maldonado, están comprometidos en un proyecto de nación que dé respuesta a las exigencias actuales. La realidad política de otras naciones hermanas, apuntan hacia este nuevo modelo.
Brasil, por ejemplo logró dar el salto al tomar como modelos los instaurados en Uruguay, y en la concertación que exitosamente se dio en Chile. Oídos sordos a los cantos de sirena, y confiemos en lo que dijo el jurista Ulpiano, de que los acuerdos entre partes deben cumplirse, más aun cuando los signatarios son dos hombres visionarios y comprometidos con su pueblo… (“!Pacta sunt servanda!”).
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