Suelto El Gato, vuelve El León.
Amin Arias Garabito
Politico dominicano, reside en Madrid
Ya nos queda claro que el juicio contra Félix Bautista era una operación de maquillaje muy bien estructurada. Sin lugar a dudas estaba perfectamente planeada y ha sido ejecutada a la perfección.
Era todo un montaje teatral donde el premio al Mejor Actor se lo ha llevado el juez Segarra por sus dotes excepcionales para la creación de un personaje tan bien fundamentado que durante toda la representación parecía El Justiciero, el protagonista de la trama que se casaría con «la prota» ciega: Doña Justicia, pero que al final del último acto se desveló como el auténtico criminal, el villano escondido tras una apariencia benévola. El desenlace nos reveló un criminal que ha apuñalado por la espalda a la madre de la protagonista, la señora Democracia y desheredado a la hermana de esta, la conocida Patria. Un villano que lo que ha tirado por los suelos no son las pretensiones personalistas y vengadoras del Ministerio Público, del Fiscal General del Estado Dominguez Brito, sino las ganas de Justicia del pueblo dominicano, que ha sido nuevamente vilipendiado, burlado, mancillado, al que se le ha asestado otro golpe mortal en uno de sus puntos vitales que ya estaba peligrosamente malogrado.
Nos han dicho claramente con esta acción tan contundente que no somos merecedores de nada que no sea el robo sistemático y legalizado de nuestros recursos, de nuestros derechos y de nuestra propia dignidad como pueblo por parte de funcionarios públicos tan mezquinos como indolentes. Que nos callemos porque no servirá de nada todo lo que gritemos. Nos han representado la obra del asesinato a sangre fría del Estado de Derecho.
El mejor Actor de Reparto es Felix Bautista, por todos los millones que sabemos por las pruebas documentales aportadas que se robó del erario público, y por todos los millones que habrá repartido entre jueces del tribunal, abogados y cuantos bichos vivientes se arrastran como serpientes ponzoñosas por sus aledaños, como asquerosas cucarachas y ratas de alcantarilla. Ese al que hasta sus berrinches en plena celebración del juicio fueron de una excelente calidad interpretativa.
Pero el premio más jugoso se lo lleva el Director, que también es el guionista, el dramaturgo creador de la obra representada: Leonel Fernández Reyna. El León de esta gran selva que es la República Dominicana. El Rey del analfabetismo, de las desigualdades sociales, del clientelismo, de los informes desfavorables en materia de desarrollo humano por su falta de visión y el crecimiento constante de la pobreza extrema en nuestro país durante los años de su mandato; el rey de las argucias jurídicas para liberar a los delincuentes amigos suyos del peso de la ley; el rey de la corrupción y el facilitador de la instalación permanente de un narco-estado del que él mismo presuntamente ha sido beneficiario.
Leonel, el Rey León de esta gran selva donde más puede el miedo que las ganas de enfrentarse contra el subyugamiento al que nos somete de manera vergonzosa el hambre y el desconsuelo.
Daremos el triunfo a un Leon y a su Gato, el ladrón oficial del gobierno, porque volveremos a coger «funditas» y «cajitas» llenas de indignidad. Entregaremos nuestros valores y nos daremos de golpes con nuestros vecinos por alcanzar algo de las dádivas que repartan cuando en realidad deberían darnos todo lo que nos pertenece, todo lo que es nuestro, todo lo que se han robado. Y vendrán a nuestros barrios y nos comprarán las cédulas y así renunciaremos al único poder que ostenta de forma real el pueblo: la decisión de decirles BASTA YA DE DESANGRAR A NUESTRO PAÍS.
El mayor premio es para él, para El Rey de la selva, porque se alzará con el triunfo electoral de 2016 ante nuestros incrédulos ojos, porque se jartará hasta de chicharrón, tocará una tambora, beberá Mabí o se ajustará unos cuantos Domplines con Salami con tal de demostrarnos que es del pueblo, que sigue teniendo esa esencia villajuanera que perdió al elitizarse en Palacio. Querrá decirnos, estúpidos de nosotros si caemos en el gancho, que se sigue poniendo calizos y chancletas samurai. Pero esa es la parte final de la obra en donde queda El Gato libre para allanarle el camino a El León. Tras los aplausos nos veremos devueltos bruscamente a la dura realidad que nos dice que seguiremos siendo unos desgraciados hijos de Machepa.